La Mayoría
Me acabo de golpear en la cabeza y estoy en mitad del mercado de la Rivera. Sí, me he golpeado en la cabeza, no me mires tan raro, despistado que es uno.
Este golpe sin embargo ha sido distinto a los demás. Lo noto en algo que no sé determinar, como si estuviese la respuesta tras mis corneas y no lograse dar vuelta a mis ojos en el ángulo suficiente siquiera para intuirlo.
No es mi típico golpe de los jueves por la mañana, algo no funciona.
“¿Se encuentra usted bien, buen hombre?, 7 de las 12 personas que estamos aquí nos hemos alterado mucho con su caída” Me tiende la mano con cara amable mientras yo intento negociar con mi cerebro para saber si realmente he oído bien o si se trata tan solo de las secuelas del trastazo que me he pegado contra el poste.
“De hecho, uno de los presentes en nuestro espacio muestral asegura haber presenciado el suceso y mantiene que a una gran mayoría de ciudadanos este impacto los hubiese dejado fuera de combate.” Seguía hablando así cuando yo ya estaba a su altura recuperado para el mundo de la verticalidad y sin apreciar mareos ni visiones borrosas que debiesen alarmarme.
Curiosa coincidencia y curioso día, me pego un buen porrazo y al recuperarme tengo que aguantar a un pirado que vaga por el mercado, eso sí, muy bien vestido. Debe de tratarse de un viejo profesor chiflado de estadística y probabilidad.
“En cualquier caso ya estoy bien, muchas gracias. Espero que no os hayáis alarmado demasiado, estas cosas me suelen pasar.”
Me liberé con un par de frases más y él siguió por su parte soltando terminologías y cifras disparatadas, hablando de porcentajes, de segmentos y espacios muestrales.
Necesitaba tomar el aire y despejarme, tal vez un cigarrillo. Aunque recientemente he vuelto a fumar por unos temas que no vienen al caso y no te incumben, el hecho es que aún me mareo según cuándo y cómo eche las primeras caladas. Me arriesgaré de cualquier manera.
Salgo a la entrada del edificio, porque el mercado de la ribera, como tantos otros, se encuentra ubicado dentro de un gran edificio, el más grande de Europa para estos temas según leí. Saco cigarrillo y mechero, prendo la brasa, inhalo la primera calada y una mujer me replica a todo esto.
“Debería saber que la gran mayoría de los españoles, así como de europeos y gente en general estamos en contra del consumo de tabaco.”
“Muy bien, señora.”
“Está usted atacando con su humo a la mayoría de gente que camina por aquí.”
“Pero esto es un espacio público, me he tomado la molestia de salir a la calle para precisamente respetar las leyes y entre otras cosas fumarme este cigarro con la total potestad de mandarle a usted a la mierda por meterse en mis asuntos.”
“Ese lenguaje es ofensivo, su humo es ofensivo, todo en usted es ofensivo”. Había comenzado a montar un espectáculo en plena entrada de un mercado, jueves por la mañana, imagínate cuanta gente estaba presenciando el show.
“Usted no tiene cabida en esta sociedad, todo el mundo está en contra de su forma de vida, todo el mundo desaprueba sus modales y desde luego, la gran mayoría de habitantes de este país ha dejado bien claro que no tolera a los fumadores.”
“Bueno, pues perdóneme pero yo sólo le veo a usted tocándome los cojones con esa verborrea tan fina, y que conste que le trato de usted por devolverle el favor”. Nunca he entendido a los que te dan trato de lord inglés en el sujeto para luego tratarte de porquero en el predicado. “¿Dónde está esa mayoría que me vigila y acosa para que cumpla con su voluntad?.”
“Esa mayoría le está rodeando ahora mismo, aprobando mis palabras mientras caminan. ¿No se da cuenta de que nadie interviene en su defensa? ¿No sé da cuenta de que es un hecho que su tabaco envenena los pulmones y sus tacos e insultos las mentes? Es voluntad de toda la sociedad que cese en estas cuestiones.”
El señor tan amable pero chiflado que me había ayudado a levantarme en el interior, justamente salía por la puerta y acaba de posarse en el flanco de la anciana protestona dispuesto a formar equipo con ella en el disparate de sus discursos.
“Me temo caballero que la dama tiene razón y puedo apoyarme en estadísticas y resultados electorales, posteriormente legislativos en nuestro parlamento, que así lo demuestran.”
“¿Pero de qué coño me estáis hablando?.”
“La Mayoría caballero, La Mayoría es mas valiosa que nuestras propias vidas.”
“Eso es absurdo. Ya que me sacas el tema, la ley me deja fumar en espacios abiertos y no hay una sola ley que regule la forma de hablar.”
“Eso es cierto, pero aun así la gran mayoría de españoles buscamos la desaparición de los fumadores, de los mal hablados, de los abortos, de los mendigos, de la gente de izquierdas, de la gente de derechas (porque somos de centro), que se abandone el estudio de células madre y la clonación, que se acabe la inmigración… Podría seguir si usted lo desea.”
“Pero como puede pretender usted saber lo que la mayoría quiere.”
“Pues muy sencillo, porque yo soy La Mayoría.”
“Definitivamente estás loco, ¿Cómo vas a ser tú la mayoría?”
La anciana se unió en este punto “Yo también soy La Mayoría.”
“¿De que estáis hablando?”
De pronto un coro unificado, como cantos de ultratumba, se empezó a elevar desde las bocas de todos y cada uno de los transeúntes, igual de tenue y prolongado, carente de vida, igual de perturbador.
“Soooooooooooomoooos La Mayoooooooríiiiiiia”
Tuve la certeza entonces de que estaba en un sueño, de que el golpe me había dejado k.o. y estaba soñando. A lo largo del resto de mi vida he intentado despertarme de este sueño pero no he podido. Esta es la realidad en el siglo XXI y ellos siguen siendo La Mayoría.