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literatura

26 julio, 2015 1vs1000architecture, arquitectura, cafeteria, chico, conversacion, dialogo, donostia, escalera, euskadi, foto, fotografia, gipuzkoa, guipuzcoa, literatura, mil, minimal, museo, nieto, nieto y sobejano, pais vasco, palabras, pareja, photography, relato, ruptura, san sebastian, santelmo, sobejano, texto, writting22 comentarios

26-07-15

C__Users_usuario_Documents_Dibujo1 Model (1)Cafetería

Llevo unos veinte minutos aquí, son alrededor de las once y por fin se digna a aparecer. Cruza el umbral mientras pliega su paraguas, azul, de cuadros amarillos. Sobrio. Lo deja en el paragüero, junto a la puerta.

Es un bar luminoso, austero. Paredes blancas con embellecedores discretos, sofás mullidos y confortables en tela roja.

Camina hacia mí, sacando percusiones al mármol con sus tacones cortos y anchos. No es un día especial, no viene a recoger un premio. ¿Por qué ponerse un zapato más elegante entonces? Muy coherente, muy lógico, como toda ella.

Llega hasta mí soltando los grandes botones negros de su trenca gris, revelando una ropa aún más aburrida y predecible. Camisa azul de corte femenino y jersey a juego. El último botón desabrochado, ninguno más. Los picos planchados. Un pantalón negro remata el cuadro.

Cuando se deshace por completo del abrigo, revela un reloj y una pulsera dorada. En mi memoria ella nunca lleva oro.

Siempre ha creído en eso de que un buen ataque puede ser tu mejor defensa, así que no me sorprendo cuando empieza a disculpar su tardanza.

Será que cuando uno lleva toda la vida lidiando con otra persona, ésta se puede leer, como libro abierto, y una mirada equivale entonces al titular de una noticia. Yo debía de llevar el “llegas tarde” escrito en primera página.

— Hola guapo. Perdona que llegue tan tarde pero es que estoy que no paro.

— Ya bueno, no pasa nada.

— ¡Anda! Te has tomado ya un café.

— Claro, si llevo esperando casi media hora, ¿Qué querías, que me pidiese un vaso de agua?

— Vale, vale, mal genio. Pues yo me voy a pedir uno. ¿Tú quieres algo?

— Está bien, sácame un café con leche

— ¡¿Otro?!

— Joder, sí. Llevo desde las ocho en danza con esta historia. Además, ¿a ti que más te da?

— Sabes que no me da igual.

— Bueno, pues… Sácame una cerveza.

— No, para eso te saco el café.

— Pues ya está, si es que vaya vueltas hay que darle a todo.

Vuelve con los dos cafés ya pagados. Me planta delante el mío y comienza a agitar su sobre de azúcar mientras me pone su genuina sonrisa estándar.

— Bueno, ¿qué me cuentas?

— Nada en especial.

— Algo será para que me hayas hecho venir.

— Claro que te he hecho venir para algo, pero no es algo que te tenga que contar, es…

— A ver, ¿Qué pasa ahora?

— ¿Pues qué va a pasar?, lo mismo de siempre.

— ¿Otra vez?, esto ya está hablado.

— Claro, para ti es fácil. Zanjamos el asunto. Nunca más tendrás que dar cuenta de tus delitos, como los que cometen crímenes contra la humanidad y se van de rositas.

— No me seas cínico, Jagoba. ¿Crímenes de guerra? ¿Delitos? Siempre te pasas mil pueblos.

— Ya, pero me has entendido. ¿Cómo te pudiste cargar una relación tan duradera así?

— Lo hemos hablado ya.

— A la mierda con el “lo hemos hablado”, quítatelo de la cabeza. Te lo pregunto porque… no sé muy bien por qué. Me ha vuelto todo esto a la cabeza las últimas semanas. ¿Es que no éramos felices?

— Ya te lo dije. No era una decisión que tuviese que tomar consultando a cada una de las personas involucradas. Me afectaba a mí antes que a nadie. ¿Qué habrías podido aportar tú? Era demasiado complicado para ti.

— Eso, ahora llámame tonto. Lo estas arreglando. De lo complejo igual no sabré nada pero esto es tan simple como que pene de otro tío en tu vagina, igual a error.

— No seas infantil, por Dios. Si esto es todo lo que teníamos que hablar, me marcho ahora mismo.

— Tuve que mirar hacia otro lado para lograr contener el ánimo visceral. — No, quédate, por favor. Es que me cuesta tanto. Y tú nunca has intentado entenderlo.

— Claro que lo entiendo. Es difícil, mucho más que difícil. Pero también es real y eso es lo que parece que tú después de todos estos años sigues sin querer entender.

— ¡Que no vuelvas a decir eso!— Tuve que moderar mi tono, tan pronto como solté aquellas seis palabras mire en derredor, solo para confirmar que efectivamente había alterado el ecosistema de la cafetería. — Perdona, no era mi intención.

— No pasa nada, ¿De qué quieres hablar entonces?

Me lleva un rato encontrar las palabras. Muevo de manera enfermiza los posos del café, sin saber levantar la mirada a la altura de sus ojos. Finalmente como en una película insulsa de un sábado por la tarde, suelto las palabras mirando aun a la mesa.

— Mi padre ha muerto este fin de semana.

— ¿Qué has dicho? Jago, como esto sea una broma no tiene ni puta gracia. Repite eso.

— Ha muerto.

— ¿Este fin de semana? Estamos a jueves, ¿Cómo se te ocurre…?

Frena en seco, en el suspiro que tarda una persona en pasar del reproche a caer en la realidad, donde las pataletas no sirven de nada. Su cara ya ha cambiado por completo. Ya no hay seguridad.

— Ha muerto y tú no estabas allí. Estabas ocupada con tu maridito.

Las lágrimas se están empezando a formar en sus ojos y toda su cara mantiene un rictus difícil de definir. Es incapaz de encontrar una expresión que englobe la tristeza, la repulsa, el asco y la preocupación a una vez.

— Eso que acabas de decir es muy grave. Sabes que yo hubiese estado ahí si me hubieses llamado.

— Pero no como yo quería.

— Quizás no, pero ahora estoy dispuesta. ¿Qué necesitas?

— Una madre joder, una madre que llore a mi padre junto a mí.

— Lo seré hijo, lo seré.

El último regalo de mi padre. Un abrazo sincero y cálido de mi madre, los dos salvando la mesa para fundirnos en el amor que sólo madre e hijo pueden llegar a crear.

No sé si fueron las noches en blanco o el verme sostenido únicamente por la cafeína pero en aquel momento sentí realmente que en ese abrazo, estábamos reunidos los tres y pude descansar de tanta guerra.

 

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